Elías Prada Galán

El piano cuántico. Fragmentos de libros olvidados, que no deberían estarlo

Archivos mensuales: abril 2012

INVESTIGACIONES EMOCIONALES

– ¿No cree en Dios?
– Oh, sí, sí, en esto ni me atrevo a pensar, pero la vida futura ¡es un enigma tan grande!……pienso: he creído toda mi vida, me moriré y resultará que no hay nada ¡Esto es terrible! ¿Cómo recobrar la fe, cómo?
– Sin duda es horrible. Pero en esta cuestión, no es posible demostrar nada, sin embargo es posible convencerse.
– ¿Cómo? ¿Con qué?
– Con la experiencia del amor activo. Esfuércese por amar al prójimo de manera activa y sin cesar. A medida que avance en el amor, se irá convenciendo de la existencia de Dios y de la inmortalidad del alma. Si, además, llega a la abnegación completa en el amor al prójimo, entonces ya creerá usted sin disputa alguna y no habrá duda que pueda siquiera deslizársele en el alma. Esto está probado, esto es exacto.
(Fiodor Dostoyevsli, «Los hermanos Karamazov»)

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ESPIRITUALIDAD CIENTÍFICA

(Por su interés, reproduzco a continuación una entrevista a Ken Wilber)
La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino, porque aquellas verdades en las que concuerdan plenamente los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes suelen referirse a algo profundamente importante, a algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, a algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.
La Filosofía Perenne es esa visión del mundo que comparte la mayoría de los principales maestros espirituales, filósofos, pensadores e incluso científicos del mundo entero. Se le denomina “perenne” o “universal”, porque aparece implícitamente en todas las culturas del planeta y en todas las épocas. Lo mismo la encontramos en India, México, China, Japón y Mesopotamia, como en Egipto, el Tíbet, Alemania o Grecia. Y dondequiera que la hallamos, presenta siempre los mismos rasgos fundamentales: es un acuerdo universal en lo esencial.
Para nosotros, los seres humanos contemporáneos, que somos prácticamente incapaces de ponernos de acuerdo en nada, esto es algo que se nos hace difícil de creer. Como lo resumió Alan Watts: “Apenas somos conscientes de la extraordinaria singularidad de nuestra propia postura, de modo que nos resulta muy difícil de admitir el hecho evidente de que haya existido un consenso filosófico único, de amplitud universal, sostenido por muchos (hombres y mujeres) , quienes han compartido las mismas experiencias y han transmitido esencialmente la s mismas enseñanzas, hoy o hace seis mil años, y desde Nuevo México , en el Lejano Oeste , hasta Japón , en el Lejano Oriente”.
Esto es realmente muy notable. Creo que estas verdades de naturaleza universal constituyen fundamentalmente el legado de la experiencia universal del conjunto de la humanidad, que en todo tiempo y lugar ha llegado a un acuerdo sobre ciertas verdades profundas referidas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo Trascendente. Esta es una forma de describir la Philosophia perennis .
TKW (Terry Killiam Wilber): Dices que la filosofía perenne es esencialmente la misma en culturas muy diversas. Pero, en la actualidad, se afirma que es el lenguaje y la cultura lo que modela todo nuestro conocimiento. Desde este punto de vista, no existe una condición humana, como tal, sino tan sólo historia humana; y esa historia es muy diferente en cada caso ¿Qué opinas respecto de toda esta noción de relatividad cultural?
KW (Ken Wilber) : Hay mucha verdad en ello. Existe, sin duda, una diversidad de culturas que poseen un “conocimiento local” diferente, y la investigación de esas diferencias constituye una actividad muy interesante. Pero si bien es cierta la existencia de una relatividad cultural, ello no es toda la verdad. Además de las diferencias culturales evidentes, como el tipo de alimentación, las estructuras lingüísticas o las costumbres de apareamiento, por ejemplo, existen también muchos otros fenómenos en la existencia humana que son, en gran medida, universales o colectivos. El cuerpo humano tiene, por ejemplo, doscientos ocho huesos, un corazón y dos riñones, tanto si se trata de un habitante de Nueva York como de Mozambique, y tanto hoy en día como hace miles de años. Estas características universales constituyen lo que se denomina “estructuras profundas”, porque son esencialmente las mismas en todas partes. Sin embargo, puede que las diversas culturas utilicen esas estructuras profundas de manera muy diversa, como los chinos, que vendaban los pies de sus mujeres , o los de Ubangi, que estiraban sus labios, o bien el uso de tatuajes y de prendas de vestir , los juegos, el sexo y el parto, todo lo cual varía considerablemente de una cultura a otra. Todas estas variables reciben el nombre de “estructuras superficiales”, porque son locales en vez de universales.
Lo mismo ocurre también en el ámbito de la mente humana. Ésta posee estructuras superficiales, que varían entre las distintas culturas; y estructuras profundas, que permanecen esencialmente idénticas independientemente de la cultura considerada. Las estructuras mentales superficiales varían considerablemente entre sí, y las estructuras mentales profundas son, por su parte, extraordinariamente similares.
La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino, porque aquellas verdades en las que concuerdan plenamente los hindúes, los cristianos, los budistas, los taoístas y los sufíes suelen referirse a algo profundamente importante, a algo que nos habla de verdades universales y de significados últimos, a algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.
TKW: A primera vista, resulta difícil ver en qué podrían estar de acuerdo el budismo y el cristianismo. ¿Cuáles son, pues, los principios fundamentales de la filosofía perenne? ¿Podrías postular sus tópicos fundamentales? ¿Cuántas son esas verdades profundas y esos puntos de acuerdo fundamentales?
KW: Son muchos, pero veamos los siete que considero más importantes: 1, el Espíritu existe; 2, el Espíritu está dentro de nosotros; 3, a pesar de ello, la mayor parte de nosotros vive en un mundo de ignorancia, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos de ese Espíritu interno; 4, hay una salida para ese estado de caída, de error o de ilusión; hay un Camino que conduce a la liberación; 5, si seguimos ese camino hasta el final , llegaremos a un Renacimiento, a una Liberación Suprema; 6, esa experiencia marca el final de la ignorancia básica y el sufrimiento; 7, el final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.
TKW: ¡Has dicho muchas cosas! Vayamos paso a paso. Dices que el espíritu existe.
KW: El Espíritu existe, Dios existe, existe una Realidad Suprema, ya sea que se le dé el nombre de Brahman, Dharmakaya, Yahwel, Atón, Kether, Tao, Allah, Shiva: “Muchos son los nombres que recibe lo Uno”.
TKW: Pero, ¿ cómo sabes que el Espíritu existe? Los místicos dicen que existe, pero ¿en qué basan esa afirmación?
KW: En la experiencia directa. Sus afirmaciones no se basan en meras creencias, ideas, teorías o dogmas, sino en la experiencia directa, en la experiencia espiritual real.
Esto es lo que diferencia a los verdaderos místicos de los religiosos dogmáticos.
TKW: Pero ¿qué hay del argumento de que la experiencia mística no es un conocimiento válido, porque es inefable y, por consiguiente, incomunicable?
KW: Ciertamente, la experiencia mística es inefable y no puede traducirse enteramente en palabras, pero lo mismo ocurre con cualquier otra experiencia, ya se trate de una puesta de sol, el sabor de un trozo de torta o la armonía de una fuga de Bach.
En cualquiera de estos casos, debemos haber tenido la experiencia real para saber de qué se trata. Pero no por ello se debe concluir que la puesta de sol, la torta o la música no existen o son experiencias no válidas. Además, aunque la experiencia mística sea, en gran medida, inefable, igualmente puede ser comunicada o transmitida. Así, por ejemplo, de la misma manera que la danza se puede enseñar aunque no se pueda transmitir con palabras, también es posible aprender una determinada práctica espiritual bajo la tutela de un determinado maestro espiritual.
TKW: Pero esa experiencia mística que le parece tan verdadera al místico bien podría estar equivocada. Los místicos pueden afirmar que están fundiéndose con Dios, pero ésa no es ninguna garantía de que lo que dicen es lo que ocurre en realidad. Ningún conocimiento es absolutamente seguro.
KW: Estoy de acuerdo en que la experiencia mística no es más cierta que cualquier otra experiencia directa. Pero ese argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, las eleva, en realidad, al mismo nivel que yo acepto definitivamente. En otras palabras, el mismo argumento que se puede aducir en contra del conocimiento místico, puede aplicarse, en la práctica, a cualquier otra forma de conocimiento basado en la experiencia evidente, incluida la experiencia empírica. Creo que estoy mirando la luna, pero bien pudiera estar errado; los físicos creen en la existencia de los electrones, pero podrían estar equivocados; los críticos consideran que Hamlet fue escrito por un personaje histórico llamado Shakespeare, pero podrían estar en un error, etc.
¿Cómo podemos estar seguros de la veracidad de nuestras afirmaciones? Mediante más experiencias.
Pues bien, eso es precisamente lo que han estado haciendo históricamente los místicos a lo largo de décadas, siglos y milenios: comprobar y refinar sus experiencias, un logro de constancia histórica que hace palidecer incluso a la ciencia moderna. El hecho de que este argumento, lejos de echar por tierra las afirmaciones de los místicos, les confiere -de una manera sumamente adecuada, a mi juicio- el nivel de auténticos expertos e informados sobre su especialidad, los convierte, por lo tanto, en los únicos verdaderamente capacitados para establecer aseveraciones al respecto.
TKW: Una última objeción, ¿no es posible acaso que la noción de “ser uno con el espíritu” no sea más que un mecanismo de defensa regresivo para proteger a una persona contra el pánico ante la muerte y lo temporal?
KW: La experiencia de unidad atemporal con el Espíritu no es una idea o un deseo; es una aprehensión directa. Y sólo podemos considerar esa experiencia directa de tres maneras diferentes: afirmar que se trata de una alucinación, a lo cual acabo de responder; asegurar que es un error, cosa que también he rebatido, o aceptarla como lo que dice ser: una experiencia directa de nuestro Ser Espiritual.
TKW: Por lo que dices, el misticismo genuino, a diferencia de la religión dogmática, es científico, porque se basa en la evidencia y en la comprobación experimental directa, ¿no es cierto?
KW: Efectivamente. Los místicos te piden que no creas absolutamente en nada y te ofrecen un conjunto de experimentos para que los verifiques en tu propia conciencia.
El laboratorio del místico es su propia mente y el experimento es la meditación.
Tú mismo puedes verificar y comparar los resultados de tu experiencia con los resultados de otros que también hayan llevado a cabo el mismo experimento.
A partir de ese conjunto de conocimiento experimental, consensualmente validado, llegas a ciertas leyes del espíritu, o a ciertas “verdades profundas” si prefieres llamarlas así.

VERDADES POLIÉDRICAS

(Algunas reflexiones de Werner Heisenberg en sus “Verdades científicas y verdades religiosas”)
En la historia de la ciencia, a partir del famoso proceso de Galileo, se ha proclamado repetidas veces que la verdad científica no puede reconciliarse con la interpretación religiosa del mundo. Aunque he llegado a convencerme de que la verdad científica es inatacable dentro de su propio campo, nunca me ha parecido posible rechazar el contenido del pensamiento religioso como parte sencillamente de una fase superada de la conciencia de la humanidad, como algo a abandonar desde ahora en adelante …. No es ciertamente casual el hecho de que los comienzos de la época moderna vengan asociados con una huida de Aristóteles y una vuelta a Platón. Incluso en la antigüedad, Aristóteles, que era un empirista, había opuesto la opinión –cito más o menos sus propias palabras- de que los pitagóricos (entre los que debe incluirse a Platón) no buscaban explicaciones y teorías que estuviesen acordes con los hechos, sino que distorsionaban los hechos para hacerlos encajar en determinadas teorías y opiniones por ellos sustentadas, y se presentaban podríamos decir, como coordenadores del universo …. Creo que en este punto, la física moderna se ha decantado definitivamente en favor de Platón. Porque las mínimas porciones de materia no son de hecho objetos físicos en el sentido ordinario de la palabra; son formas, estructuras, o-en el sentido que les da Platón- Ideas, que pueden ser descritas sin ambigüedad en un lenguaje matemático. Tanto Demócrito como Platón, al centrarse en las mínimas unidades materiales, confiaban acercarse a lo “uno”, al principio unitario que gobierna la marcha del mundo …. El propio Platón no se daba por satisfecho con esta limitación. Tras haber constatado con toda claridad las posibilidades y limitaciones de un lenguaje preciso, no dudó en acudir a un lenguaje poético, que evoca en el oyente imágenes que comportan una comprensión de un tipo totalmente diferente. No voy a tratar aquí de lo que puede realmente significar este tipo de comprensión. Estas imágenes están probablemente conectadas con los patrones mentales inconscientes, a los que los psicólogos dan el nombre de arquetipos, formas de carácter fuertemente emocional que de alguna forma reflejan las estructuras internas del mundo. Pero sea cual sea la explicación que deba darse de esas otras formas de comprensión, el lenguaje imaginativo y parabólico constituye probablemente la única forma de abordar lo “uno” desde otros campos más generales. Si en una sociedad la armonía descansa en una interpretación común de lo “uno”, del principio unitario común subyacente a todos los fenómenos, puede que entonces el lenguaje poético resulte aquí más importante que el lenguaje científico.

CRITICANDO EL DOGMA

El criterio positivista habitual niega la existencia del lado oculto de la vida, o sea, descubre que este lado oculto consiste en fenómenos electromecánicos y que se nos está revelando gradualmente, y que el progreso de la Ciencia consiste en una revelación gradual de lo oculto.
“Esto no se conoce todavía -dice un positivista cuando se le muestra algo “oculto”-, pero se lo conocerá. La Ciencia, avanzando por los mismos cauces que siguiera hasta ahora, descubrirá eso también. Después de todo hace quinientos años la gente de Europa nada sabía de la existencia de América; hace setenta años nadie sabía de la existencia de bacterias; hace veinte años nada se sabía de la existencia de la radiactividad. Pero América, las bacterias y la radiactividad están todos descubiertos. Del mismo modo, y por los mismos medios, y solo por estos medios, se descubrirá todo lo que generalmente ha de descubrirse. Se perfeccionan los aparatos, se tornan más delicados los medios, métodos y observaciones. Cosas que hace cien años ni siquiera podrían sospecharse, se convierten ahora en hechos conocidos y entendidos en general. Si es que algo puede conocerse, eso se conocerá precisamente mediante este método”
Así hablan quienes se adhieren al criterio positivista del mundo, aunque sus razonamientos se basan en la más profunda ilusión.
Esta afirmación del positivismo sería correctísima si la Ciencia se moviera uniformemente en todas las direcciones de lo desconocido; si para ella no hubiera puertas selladas; si una multitud de cuestiones, (de cuestiones fundamentales), no permanecieran tan oscuras como en los tiempos en los que la Ciencia no existía. Vemos que hay regiones vastísimas cerradas para la Ciencia, que jamás las penetró, y lo que es peor, no dio un paso en dirección a estas regiones.
Hay muchas cuestiones respecto a cuya comprensión la Ciencia no efectuó movimiento alguno: muchas cuestiones entre las que un científico moderno, armado de todo su conocimiento, está tan desvalido como un salvaje o un niño de cuatro años.
Tales cuestiones son: la vida y la muerte, los problemas del tiempo y del espacio, el misterio de la conciencia, etcétera.
Todos sabemos esto y todos podemos hacer esto: tratar de no pensar en la existencia de estas cuestiones, olvidarnos de ellas. Y esto es lo que hacemos habitualmente. Sin embargo, esto no disipa dichas cuestiones. Continúan existiendo y en cualquier momento podemos volver a ellas y comprobar por medio de ellas la firmeza y la fortaleza de nuestro método científico. Y cada vez, ante semejante intento, vemos que nuestro método científico no tiene valor para estas cuestiones. Por medio de él podemos establecer la composición química de estrellas distantes; fotografiar el esqueleto humano invisible para el ojo; inventar minas flotantes que pueden controlarse a distancia mediante ondas eléctricas, y destruir de una vez cientos y miles de vidas. Pero mediante este método no podemos decir qué piensa un hombre que está sentado junto a nosotros. No importa cuánto le pesemos, le fotografiemos o sondeemos: jamás averiguaremos sus pensamientos hasta que él mismo nos los diga.
(P.D. Ouspensky)

VICENTE Y EL ALMA

Nos une el impulso espontáneo de compasión que nos lleva a intervenir. Esta inspiración, común a todos los seres humanos, limpia de cualquier otra motivación, es el alma humana en estado puro, tal y como es antes de ligarla a cualquier forma de ideología
(Vicente Ferrer «El encuentro con la realidad»)