Elías Prada Galán

El piano cuántico. Fragmentos de libros olvidados, que no deberían estarlo

Archivos mensuales: octubre 2014

BIG

He finalizado recientemente «El paradigma holográfico», libro promovido por Ken Wilber en el que se tratan concienzudamente las teorías de David Bohm sobre el orden explicado e implicado.
Partiendo de mis conocimientos previos, las conclusiones a las que llego tras su lectura en lo que respecta a la idea de Dios (o el Espíritu) son las siguientes (si bien como más o menos dice el Tao Te King, es imposible explicar a Dios con palabras):
1) Tenemos por un lado, originado por el Big Bang, este universo increíblemente enorme que está expandiéndose.
2) Por otro lado, parece que nuestro universo no deja de ser uno entre la infinidad de universos disjuntos que existen (el llamado multiverso), separados entre sí a distancias aún mayores que los propios universos.
Pues bien, el planteamiento de Bohm es que toda esta enormidad (multiverso) casi inconcebible de espacio y materia, no deja de ser solo «un pequeño rizo» en un océano muchísimo más vasto de energía.
Luego a su vez y ya según los más reconocidos místicos de la historia, este colosal océano energético en el que se ha formado el «pequeño rizo» de espacio y materia en el cual se encuentra el multiverso y aún más dentro del mismo nuestro universo, «debe» descansar en una realidad (por llamarla de algún modo) atemporal y aespacial (no se puede decir que sea aún mayor ya que es «aespacial») que trasciende todo lo anterior, que sería «El Espítitu» (o Dios), el cual a su vez es inmanente a todo lo anterior, es decir, de algun modo lo penetra.
El que una realidad espacial y material descanse en otra aespacial y atemporal, es evidentemente algo parecido a una contradicción, circunstancia en sí mismo necesaria para tratar de describir «el Uno» (todas las tradiciones místicas coinciden en que al describir a Dios se emplean siempre términos contradictorios o paradojas).
Así como un perro no puede formular el teorema de Pitágoras, nuestro pensamiento no está capacitado para describir a Dios.
Pues bien esta hipótesis formulada por personas muy, muy inteligentes, me parece bastante razonable para tratar de explicar (con todas las carencias que tiene nuestro cerebro) a Dios.
Ahora, intente Vd. rezar a «Esto» para que gane su equipo de fútbol, o proclame Vd.que «Esto» tiene alguna preferencia por tal o cual comarca o pueblo terrestre. Llegará lejos (en su pueblo, claro).

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