Es algo totalmente imaginable y concebible pensar que nuestro universo, con toda su enormidad, podría ser un minúsculo constituyente del quark de un átomo que forma parte de otro universo increíblemente más grande que el nuestro. Y de nuevo podría concebirse que dicho súper-universo, es de nuevo un minúsculo constituyente de un quark de un átomo de un universo aún mayor. Y así ilimitadamente.
Pero también es imaginable (aunque más difícil de concebir) el caso contrario. En lugar de imaginar hacia lo grande, hacerlo hacia lo pequeño. Sabemos que podemos dividir un milímetro en millones de partes. Y que cada una de esas ínfimas partes podemos volver a dividirlas de nuevo millones de veces. Y así ilimitadamente. No hay límite tampoco en lo pequeño. Siempre llegaremos a algo que podemos volver a dividirlo miles o millones de veces. Así pues, podemos pensar que más allá de las dimensiones cuánticas, mucho más pequeño que los átomos y los quarks, aparecerán “universos”, similares al nuestro. Y que si seguimos bajando en tamaño llegaremos a los átomos y a los quarks de esos mini-universos, donde de nuevo podremos volver a reducir el tamaño, y así ilimitadamente.
Por tanto podemos concebir que hay infinitos universos más grandes que el nuestro, e infinitos universos más pequeños. No deja de ser la imagen de una muñeca rusa, con infinitas capas hacia arriba y hacia abajo.
En mi opinión, lo sugerido, al ser posible, es.
Por tanto podemos empezar ya a pensar que la famosa pregunta metafísica de ¿por qué existe algo y no más bien nada? debería plantearse así ¿Por qué existe mucho y no más bien nada?
Pensemos ahora en el manido ejemplo de los mundos de dos dimensiones (longitud y anchura) que no se tocan ni conocen. Un mundo de dos dimensiones (pongamos a modo de ejemplo un folio), no tendrá nunca contacto ni podrá observar otro mundo de dos dimensiones (otro folio) que se encuentra separado de él por una tercera dimensión (en nuestro caso la altura). Aunque se encuentre a una distancia ínfima (por ejemplo un milímetro). Dotemos ahora de conciencia a las figuras geométricas planas. Así, el cuadrado consciente que vive y muere en el folio uno, nunca tendrá contacto ni podrá observar al triángulo que vive y muere en el folio dos, a una distancia de él sólo de un milímetro (o un nanómetro, podemos reducir la distancia lo que queramos) en la dimensión altura, que ninguno de los cuadrados conoce ni ha observado nunca.
Así, podemos concebir dos universos de dos dimensiones, planos, prácticamente juntos (separados por distancias de la escala cuántica en la tercera dimensión que desconocen), que nunca se conocerán ni observarán.
Esta analogía puede pasarse a nuestra realidad. Podríamos estar prácticamente junto a otro universo tridimensional, separados de él en una distancia ínfima en la cuarta dimensión espacial que no conocemos ni hemos observado.
Y si podemos estar prácticamente junto a otro universo, separados por la cuarta dimensión, podremos estarlo también separados en la quinta, la sexta dimensión, y de nuevo hasta el infinito.
Es decir, estamos rodeados de nuevo de infinitos universos, separados de ellos por distancias ínfimas en dimensiones espaciales adicionales a las que conocemos. Y esos universos estarán también rodeados por otros en dimensiones espaciales adicionales. Y de nuevo así ilimitadamente. Hasta el infinito una vez más.
Estamos por tanto en un universo, nuestro universo, que está envuelto hasta el infinito por universos cada vez más grandes, y que incluye en su interior hasta el infinito universos cada vez más pequeños.
Pero en todo ese espectro de universos, cada uno de ellos está rodeado de infinitos universos, separados entre sí por dimensiones espaciales adicionales a las existentes en cada caso.
De nuevo en mi opinión, lo sugerido, al ser posible, es.
En este escenario, la pregunta de nuevo cambia. Ya no es ¿por qué existe algo y no más bien nada?, ni tampoco ¿Por qué existe mucho o no más bien nada? Ahora es ¿por qué existe todo y no más bien nada?
Al hablar de infinitos en todas direcciones, lo aplicamos también al tiempo. Ese todo existe desde siempre y existirá para siempre. Y nos damos cuenta rápidamente de que las preguntas humanas clásicas ¿cómo es posible? ¿cuál fue la causa? ¿de dónde ha salido? no tienen sentido en este contexto. Estas preguntas son algo así como “basurilla” frente a la inmensidad del misterio de la existencia de ese todo.
En este escenario, nos damos cuenta también (o al menos me doy cuenta yo) de que la muerte no deja de ser un fenómeno más que forma parte de este todo, y que algún modo (que no sé cuál es), como reza la famosa canción “la muerte no es el final” (aunque no me pregunten qué hay después).
Por traer todas estas reflexiones a la actualidad española, debemos preguntarnos si unos pequeños personajes que hablan una pequeña lengua en un pequeño país en una pequeña porción de la historia, tienen la más mínima importancia en el Todo como para darse la importancia que se dan. Sin palabras.
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